Pinamar: Ibarguren, Yeza y Ritondo: la rosca de la lista libertaria

La ruptura de Liliana Pagés con La Libertad Avanza en Pinamar expuso un secreto a voces: en la política bonaerense no manda la pureza ideológica, sino la capacidad de negociar con los caciques locales.

Región17/08/2025
NOTA 4 COLUMNAS

Por Nicolás Fernández Rivas

 

Pinamar amaneció con un portazo que hizo ruido en toda la Quinta sección. Liliana Pagés, referente libertaria local y concejal suplente, anunció su renuncia indeclinable y denunció que la lista violeta “la armó el intendente”. Sus palabras parecieron un alegato moral contra la supuesta “contaminación” de las ideas libertarias, pero en realidad lo que dejó al descubierto fue otra cosa: cómo funciona de verdad la rosca en el territorio.

Pagés acusó a jefe local, Juan Ibarguren de digitar nombres en la boleta de La Libertad Avanza, amparado en un acuerdo que involucra a Martín Yeza y a Cristian Ritondo, el hombre que mejor encarna la lógica del poder en el (Ex) PRO bonaerense. En el mismo movimiento, quedó claro que la construcción libertaria de los “puros” naufraga frente a la habilidad de los armadores con “adn peronista” que orbitan alrededor de Karina Milei, con Sebastián Pareja como figura central en la Provincia y los Menem Juniors.

 

La rosca no es para improvisados

Lo que Pagés llama “traición a los principios” es, en clave realpolitik, un ejemplo de manual. La política no se hace con voluntarismo: se arma con los que manejan votos, recursos y territorios. Y eso, en Pinamar, no lo tienen los libertarios que se autodefinen incorruptibles, sino los intendentes y los armadores que saben dónde están los resortes del poder local.

Ibarguren juega en tándem con Yeza, joven pero que conoce cada pasillo de la costa, y con Ritondo, que viene de cerrar decenas de listas en el conurbano y en la provincia. Ritondo, ese “viejo gato de la política” con aroma de Mataderos y voz aguardentosa como actor mexicano acomodó a su gente con la misma lógica que aplicó en otros distritos: garantizar bancas y posiciones para sostener influencia. El “idealismo” de los libertarios de base choca con esa realidad: quien tiene la lapicera es quien pone los nombres.

La Libertad Avanza se topa aquí con su límite más evidente. La construcción nacional de Milei se montó sobre outsiders y figuras que levantaban la bandera de la pureza anticasta. Pero cuando se trata de armar listas en Buenos Aires, la inocencia se convierte en debilidad. No alcanza con discursos incendiarios: hace falta capacidad de negociación, peso territorial y conocimiento de la rosca.

 

La excepción que confirma la regla

En Pinamar, Ibarguren hizo lo que tantos otros intendentes: garantizar que los candidatos libertarios no se transformen en un problema para su gobernabilidad. El acuerdo con Ritondo y la bendición de Yeza sirvieron para blindar una boleta violeta que, según Pagés, “en realidad es amarilla”. Puede sonar a traición, pero es simplemente el modo en que se hace política en la provincia.

Sebastián Pareja, el hombre de Karina Milei en la provincia, también lo sabe: el peronismo le dio la gimnasia para sentarse con intendentes y operadores sin dramatizar por las contradicciones. Mientras tanto, dirigentes como Pagés, que creen que la política puede construirse desde la pureza ideológica, se topan con la crudeza del territorio, de la “maquinaria electoral” programada para hacer votos. 

El resultado es un doble aprendizaje: los libertarios “de manual” quedan afuera de la mesa real, y los viejos zorros del PRO consolidan su lugar como intermediarios indispensables. El portazo de Pagés no cambia la ecuación: la lista ya está cerrada y los lugares ya tienen dueño.

Pinamar mostró con crudeza lo que muchos prefieren ocultar: la política bonaerense no se define en redes, ni en proclamas sobre la libertad, sino en la mesa chica de quienes manejan territorio. Ibarguren, Yeza y Ritondo entendieron el juego y jugaron con la lapicera. Los libertarios que todavía creen en la pureza se indignan, pero la historia es vieja como la política misma: el poder nunca se regala, se negocia. Y en la arena de Pinamar quedó escrito que, para llegar al Senado o al Concejo, no alcanza con gritar contra la casta; hay que saber habitarla. Finalmente, “peronistas somos todos” y resulta lo que se mide en votos. Sencillo. 

 

En Pinamar quedó claro que la política no se escribe con pureza ideológica sino con lapicera y territorio. Mientras los libertarios de base se indignan por listas “contaminadas”, Ibarguren, Yeza y Ritondo mostraron que el verdadero poder no está en las redes ni en los discursos, sino en la capacidad de negociar y cerrar acuerdos.

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