La Cámara dejó a Espert en la boleta y explotó otra crisis

El tribunal rechazó el pedido del Gobierno para reimprimir las boletas bonaerenses y eliminar la imagen de José Luis Espert. La decisión, fundada en los plazos vencidos y el costo fiscal, golpeó al oficialismo en el corazón de su estrategia electoral.

Política 13/10/2025
NOTA

La maniobra para borrar a José Luis Espert de las boletas bonaerenses terminó en el peor escenario para Javier Milei: la Justicia no solo le dijo que no, sino que le marcó los tiempos. La Cámara Nacional Electoral (CNE) rechazó el planteo oficial argumentando que los plazos estaban vencidos y que la medida era de “cumplimiento imposible”. En otras palabras, la reimpresión de las boletas únicas de papel era inviable técnica y financieramente.

 

El fallo se conoció este lunes y sepultó la última tentativa del oficialismo por despegarse del escándalo Espert, que se convirtió en un símbolo incómodo dentro de La Libertad Avanza (LLA).

 

El documento judicial fue contundente: la apelación llegó tarde —el sábado 11 de octubre— cuando el plazo legal para iniciar la reimpresión había expirado el viernes 10. Además, el Correo Argentino ya había establecido el 16 de octubre como fecha límite para la distribución del material electoral, y el proceso de reedición demandaría al menos cinco días hábiles.

 

Ni la política ni la logística cerraban.

 

Espert, que pasó de ser la apuesta bonaerense del oficialismo a convertirse en su fantasma más dañino, seguirá impreso en las boletas que los bonaerenses encontrarán en el cuarto oscuro. Una foto fija del desorden libertario: un candidato caído en desgracia que se volvió imposible de borrar, literal y simbólicamente.

 

El caso Espert había desatado una tormenta interna que duró diez días de desgaste político. La decisión de sostener su candidatura hasta último momento —mientras crecía el escándalo por sus vínculos con el empresario Fred Machado, acusado de narcotráfico— se transformó en un boomerang. La “pureza moral” que Milei usaba como estandarte terminó estrellándose contra la realidad judicial y el timing electoral.

 

La apelación para reimprimir las boletas fue, en rigor, un intento desesperado de control de daños. El problema es que, en política, el tiempo vale más que la tinta. Y cuando el fallo llegó, el costo ya estaba pagado: la imagen de Espert en la boleta es ahora la metáfora de una gestión que improvisa sobre su propio caos.

 

En Buenos Aires, el distrito más grande y competitivo del país, el oficialismo juega la parada más difícil. Con La Libertad Avanza golpeada en las encuestas y la economía en terapia intensiva, los libertarios apostaban a limpiar la imagen visual de su boleta como último recurso para evitar el “efecto arrastre negativo”. Pero la Justicia les cerró la puerta, y lo que pretendía ser un acto de corrección terminó exhibiendo, una vez más, la falta de previsión política del mileísmo.

Mesa libertaria: entre la resignación y el enojo

 

La noticia cayó mal en la mesa bonaerense de campaña. En la Casa Rosada, el diputado Sebastián Pareja reunió a los referentes provinciales para evaluar la situación. 

 

No estaban ni Karina Milei, que viajó a Washington junto al Presidente, ni Santiago Caputo, el cerebro estratégico que ya opera desde la capital estadounidense. La foto del encuentro fue elocuente: un grupo de libertarios bonaerenses con gesto de derrota, sin conducción visible y sin plan B.

En el encuentro participaron Diego Santilli, Cristian Ritondo y Diego Valenzuela, tres figuras del PRO recicladas como refuerzos en la estructura libertaria. Ninguno logró transmitir optimismo. “La gente sabe que Espert ya no está, pero verlo en la boleta confunde. Nos perjudica. No hay mucho que hacer”, admitió una fuente de la mesa con brutal franqueza.

 

El cierre de campaña —previsto para el miércoles 22 en el AMBA, probablemente en Ezeiza— busca sostener un tono épico que hoy suena a playback. Entre encuestas en rojo y redes encendidas, los libertarios intentan recuperar la narrativa del “outsider imbatible”, pero el propio Presidente parece desconectado de la rosca bonaerense, concentrado en su gira por Washington y en un discurso cada vez más abstracto, más de púlpito que de territorio.

 

El relato anticasta ya no prende

 

Lo que se rompió no fue solo la estrategia electoral, sino el mito fundacional del mileísmo: el del líder incorruptible enfrentado a “la casta”. Las redes sociales, otrora territorio amigo, hoy son una pesadilla estadística para el oficialismo.

Los hashtags más virales del mes —#EspertNarco, #LLACorrupta, #MileiEstafador— condensan un humor social que se desplazó del fastidio económico al hartazgo ético.

 

Según los datos de Monitor Digital, La Libertad Avanza registra un 85% de desaprobación neta, mientras que Milei roza el 70% de negatividad en su gestión.

 

En la calle, los militantes del espacio repiten una frase con resignación: “La casta somos nosotros”. El discurso anticorrupción se volvió un boomerang: lo que antes diferenciaba a Milei del resto ahora lo iguala, y en política eso se paga caro.

 

Lo paradójico es que, pese a la caída en imagen y credibilidad, el mileísmo sigue apostando al estilo “show de rock”: actos con luces, banderas y arengas libertarias. Una estética que busca tapar el vacío político con ruido escénico. Pero cuando la música se apaga, la realidad vuelve al primer plano.

 

La derrota simbólica

El fallo de la Cámara Nacional Electoral es apenas un expediente. Pero en el tablero político, funciona como diagnóstico. El gobierno libertario, que se jactó de “romper con el sistema”, quedó atrapado en su burocracia: no pudo reimprimir una boleta, no pudo reescribir su historia.

 

La expresión “cumplimiento imposible” resume, con precisión quirúrgica, el momento del oficialismo: promesas incumplidas, expectativas frustradas y un líder más cómodo en el escenario que en la gestión.

 

En Buenos Aires, los números son letales. Según la consultora Nueva Comunicación, el peronismo saca 15 puntos de ventaja, mientras los libertarios se debaten entre el voto bronca y el voto vergüenza. Ni Santilli ni Reichardt lograron encender la base electoral joven que fue clave en 2023. 

 

El “mileísmo militante” se diluyó en el desánimo y en la fatiga económica. En este contexto, la permanencia de Espert en la boleta es más que un error gráfico: es un espejo del desorden estructural del Gobierno. Y como todo espejo, devuelve una imagen incómoda.

 

Javier Milei construyó su liderazgo sobre la narrativa del outsider que no pacta, que enfrenta, que rompe. Pero esa mística —potente en la campaña de 2023— hoy se desgasta al contacto con la realidad. 

 

El Presidente se mueve entre viajes, declaraciones incendiarias y actos performáticos, mientras su fuerza política se fragmenta entre los operadores que juró combatir. En política, la credibilidad es un bien no renovable. Y cuando se agota, no hay marketing que la reponga.

 

El fallo judicial fue apenas el último capítulo de una serie de errores no forzados, improvisaciones y egos cruzados que dejaron al mileísmo más cerca de la tragicomedia que de la épica. Al final, Espert seguirá en la boleta, no porque la Justicia lo ampare, sino porque la realidad no se puede editar como una foto de Instagram. 

 

El papel —ese objeto viejo, tangible, incómodo— le recordó al mileísmo algo básico: la política no se imprime, se construye. Y, como suele pasar cuando el marketing se impone sobre la estrategia, lo que Milei intentó borrar terminó escribiéndose con letras más grandes: la caída del relato libertario, atrapado en su propia copia barata de lo que prometió destruir. Porque en política, como en la imprenta, cuando uno llega tarde, ya no hay margen de corrección. Y Milei, que quiso ser el rockstar de la libertad, terminó cantando playback en su propio silencio.

 

El informe de Monitor Digital fue lapidario: el caso Espert generó un 90% de sentimiento negativo en redes, con más de 130.000 menciones en un solo día. Los nombres de Reichardt y Santilli no lograron revertir el clima: ambos acumulan más del 80% de rechazo.

La imposibilidad de borrar a Espert no es un problema técnico, es un síntoma político: La Libertad Avanza ya no controla su propio relato. La casta, el enemigo original, se infiltró en su ADN.

 

 

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