“La vida se acaba cuando se busca la felicidad en el pasado”, afirmó Rolón en Pinamar

Con espíritu tanguero – declarado admirador del “barroco” Astor Piazzolla y recitador de letras de Cátulo Castillo, Discépolo, entre otros -, el psicoanalista Gabriel Rolón, afirmó anoche que los argentinos “somos producto de un pueblo que se formó a partir de las pérdidas y ausencias”.

Cultura 28/02/2024
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Por Arnaldo Paganetti

Con espíritu tanguero – declarado admirador del “barroco” Astor Piazzolla y recitador de letras de Cátulo Castillo, Discépolo, entre otros -, el psicoanalista Gabriel Rolón, afirmó anoche que los argentinos “somos producto de un pueblo que se formó a partir de las pérdidas y ausencias”.

Lo dijo en referencia al proceso  inmigratorio del siglo XX, que dio lugar a la llegada de “tanos, gallegos, turcos y rusos que no tenían nada, ni siquiera un idioma en común y que, en piezas de casas grandes, los conventillos, inventaron el cocoliche del lunfardo para entenderse”.

Al cerrar el la 27° edición el ciclo Planeta, Rolón se presentó a sala llena en el Teatro de la Torre, de Pinamar (con público escuchando por altoparlantes en la calle), para presentar su libro “La felicidad” de la que – dijo -, hay tantas definiciones como seres humanos en el mundo.

Claro, aportó su visión de diván. Dijo que los pacientes van a verlo, básicamente, con dos preguntas: ¿qué soy? y ¿qué deseo?. “Cómo puede ser feliz – expuso -, alguien que no sabe que desea. El camino a la felicidad es incómodo, enfrenta constantes desafíos y nos lleva a cuestionarnos todo el tiempo. Es imposible alcanzar todo lo que se desea. Estamos en un juego, la vida, que se termina pronto y hay que tener el coraje de enfrentarlo con la verdad”.

“La felicidad – retrucó al punzante conductor Nino Ramella -, no siempre se encuentra al final del camino. Está en la víspera, en la espera, en el paso a paso, si es que estamos presentes en lo que hacemos”.

La charla fue salpicada, con referencias al escritor francés Víctor Hugo – quien consideraba al éxito como una palabra aborrecible -, Jorge Luis Borges, para quien el rasgo de la argentinidad es el culto a la amistad y Jean Paul Sartre.

Confesó Rolón que tiene “un límite” cuando debe decidir a quien asiste. No acepta “violadores de niños”, ni gente con actitudes agresivas y con odio que se asemejan a los nazis. “No los puedo soportar”, dijo. No les negó ayuda psicológica, pero aclaró que el no está en condiciones de hablar con “perversos” como Adolfo Hitler que, por lo general, “no van al análisis, no se angustian, ni tienen contradicciones con las acciones que ejecutan”. La situación, apenas, rozó el tema nacional, pero pasó disimulado.

Señaló Rolón que “toda la gente sabe que va a morir”, pero en cuanto a lo personal se excluye. “Es una renegación: se acepta y se niega al mismo tiempo”, indicó. Y agregó que se vive “como si fuéramos eternos”, y que la pandemia sacó a la superficie el concepto de “finitud”. Exhortó a vivir el presente e indicó que si bien es lógico planificar, hay que aprender que “las cosas importantes hay que jugárselas. No hay mucho tiempo para pedir perdón y amar a nuestros seres queridos”, acotó.

En su opinión “la muerte no es una mala noticia”. Tener una actitud positiva frente a ella “es fundamental para ser feliz en algunos momentos. “Todo debe terminar y eso no debe ser visto como una amenaza. Para resolver el enigma están los mitos y las religiones: lo que nosotros tenemos que hacer es ir detrás de nuestros deseos y sueños”.

En su criterio la felicidad es incompleta – no existe la total para él -, requiere de la construcción de un estado emocional. “No es cierto que la felicidad solo dependa de uno: hay que atravesar injusticias, perdemos seres queridos; la vida es un juego de azar”.

Acicateado por el periodista, recomendó no hablar tanto del pasado ni visitar lugares ya recorridos con la expectativa de recrear y/o repetir lo ya experimentado.

Reconoció que le hubiese sido más placentero ser reconocido como músico y no como escritor, pero acepta que no tiene talento para eso, lo que no le impide seguir intentando crear acordes en el piano, de una manera ordenada y armónica. Su pasión por el tango le nació de su madre, que lo hacía dormir cantándole ese género.

Ranella le preguntó por que insistía tanto con el tango y con letras como “ni el tiro del final te va a salir”. Rolón lo confrontó. Le dijo que esa era una manera poética de describir la mala suerte y que cuando Discépolo se interrogó “dónde estaba Dios cuando te fuiste”, abordó un tema también tocado por Primo Levy: “Si existió Auschwitz no existió Dios”. Cómo Cátulo Castillo, también quiso saber “quién se robó mi niñez”.

La concepción de Rolón giró alrededor de la duda. “La verdad absoluta no existe”, aseveró.

Aseguró que no engaña a sus pacientes y que trata de hacerles cambiar “comportamientos violentos, agresivos e intolerantes” y abordar los “fantasmas” que los aquejan. Expresó que su cometido es luchar contra “las tendencias destructivas, las vagancias y las fantasías de que la felicidad solo se alcanza si es completa”.

“Lo que hacemos es lo que hicieron de nosotros”, parafraseó a Sartre. Llamó luego a “no idealizar momentos como nuestra infancia, para tratar de darle un sentido, con un cuento agradable que nos dignifique”.


“Prefiero la tristeza verdadera a una realidad inventada”, fue una de las citas que despertó el aplauso del público. “No se puede ser feliz mintiendo todo el tiempo”, juzgó. Y puntualizó que los momentos de euforia no necesariamente son de felicidad, pues esta necesita “calma, cierta reflexión, autopercepción y estar presente en lo que está ocurriendo”.


Refirió varias historias e insistió: “La felicidad, la verdadera, es algo que se alcanza  con nuestro esfuerzo. Es un logro personal, que nos cuesta construir. La vida se acaba cuando se busca la felicidad en el pasado”.

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