El Ernetismo quiere volver pese a la deuda social que dejó en Gesell

La postulación de Jorge Rodríguez Erneta como primer concejal por “Unión y Libertad” cayó como un baldazo frío en Villa Gesell. Su regreso reactiva la memoria de una gestión atravesada por escándalos, obras fantasmas y un personalismo que intentó convertir el municipio en su feudo privado.

Política 18/08/2025
NOTA

Por Vanina “Levna” Lositakis (Analista Político)

Hay regresos que generan nostalgia y otros que despiertan viejos fantasmas. En Villa Gesell, el anuncio de Jorge Rodríguez Erneta como candidato a primer concejal no encendió la mística del retorno sino la alarma de quienes lo recuerdan en el poder entre 2007 y 2014. La lista “Unión y Libertad”, apadrinada a nivel provincial por Carlos “Chino” Kikuchi —ese armador libertario que supo ser aliado de Milei hasta que Karina lo eyectó de la mesa chica— eligió a Erneta como su hombre en el municipio marítimo. Un exkirchnerista de la primera hora que en su momento juraba lealtad a Cristina, pero que terminó escapando de la intendencia en medio de un torbellino judicial y político.

Lejos de un “nuevo comienzo”, el nombre de Erneta volvió a poner sobre la mesa episodios que la comunidad geselina no olvidó: la renuncia forzada tras pelearse con el Concejo, el barrio de viviendas inconcluso que devoró millones y nunca se terminó, y una forma de gobierno en la que la marca “Gestión Erneta” valía más que la propia identidad institucional del municipio.

 El feudo inconcluso

La postal que mejor resume su gestión es la del “barrio fantasma”: un plan de 346 viviendas financiado con más de 22 millones de pesos de Nación que terminó con apenas unas ochenta casas entregadas y el resto en ruinas, convertidas en símbolo de promesas incumplidas. Aquel fiasco no fue un error técnico ni un traspié burocrático: fue la radiografía de un modo de hacer política en el que el sello personalista desplazó la responsabilidad pública. La Justicia llegó a allanar el municipio buscando respuestas, pero lo único que encontró fue silencio y contratos dudosos.

Ese estilo feudal se vio también en la concesión de la terminal de ómnibus en 2009, en los permisos urbanísticos que favorecieron a privados en la primera línea de playa y en la construcción de refugios para colectivos que terminaron siendo peligrosos para los vecinos. Todo eso atravesado por la misma lógica: la rosca de pocos y la carga de muchos.

El personalismo no se disimulaba ni en la comunicación. La ciudad no era “Villa Gesell” sino “Gestión Erneta”. Y como todo feudo, tenía su círculo íntimo: el exsecretario de Gobierno, Osvaldo Tavarone, terminó denunciado por enriquecimiento ilícito. La sombra de la irregularidad se expandía desde el intendente hacia sus alfiles.

 La política como fuga hacia adelante

El final de su mandato fue tan caótico como su estilo de gobierno. Cuando perdió la mayoría en el Concejo Deliberante, prefirió escapar antes que negociar. Aceptó la invitación de Florencio Randazzo para sumarse al Ministerio del Interior y Transporte. Lo que en su discurso aparecía como una oportunidad nacional fue leído en Gesell como la huida de un intendente que ya no podía sostener su propio tablero. La renuncia de 2014 selló una gestión marcada por la desconfianza y dejó un municipio golpeado en su economía, en su institucionalidad y en su credibilidad política.

Hoy, su intento de volver a la primera línea electoral con el aval de Kikuchi no parece una jugada de reconciliación con la comunidad, sino una nueva apuesta a la supervivencia política. El problema es que las heridas siguen abiertas. El recuerdo de las viviendas inconclusas, de las promesas incumplidas y de la inseguridad que marcó aquellos años hace difícil que su regreso sea leído como un simple “acto democrático”.

El repudio social no se esconde. En los cafés, en las ferias y en las redes, su nombre vuelve a despertar bronca más que expectativa. Porque lo que está en discusión no es solo si un exintendente puede reciclarse como concejal, sino si una comunidad que fue marcada por la improvisación y el personalismo está dispuesta a perdonar.

La candidatura de Erneta en 2025 es más que una postulación: es la prueba de hasta dónde se puede tensar la memoria política de una ciudad. Gesell ya vio cómo la “Gestión Erneta” se evaporó en obras inconclusas, contratos bajo sospecha y un abandono a mitad de camino. Ahora, con el aval de un armador libertario resentido y con el pasado todavía ardiendo, su regreso no se parece a un renacimiento sino a una provocación. El problema para Erneta no es convencer a los dirigentes: es lograr que la comunidad olvide el baldazo de agua fría que todavía no se secó.

 Del bingo al absurdo de Hollywood

En 2014, una investigación de Diario Perfil dejó al descubierto uno de los capítulos más absurdos de la saga política local: mientras Villa Gesell lidiaba con emergencias económicas, obras fantasmas y vecinos que reclamaban viviendas nunca terminadas, Jorge Rodríguez Erneta aparecía como flamante propietario de un condominio en Hollywood, Florida. Sí, Hollywood: no la meca del cine, sino la postal inmobiliaria que contrasta con las calles de arena y panqueques de la costa bonaerense.

El hallazgo de Perfil reveló que Erneta, junto a su inseparable mano derecha Edgardo Santiago Salto, había creado en Miami la sociedad Fersan LLC, con la que en diciembre de 2010 compraron un departamento por 235 mil dólares en la calle Oregon al 300. Una cifra que, por esos años, sonaba a ciencia ficción para un municipio que acababa de declarar la emergencia financiera y donde las viviendas sociales seguían paralizadas.

La trama adquiría tintes de caricatura: mientras el entonces ministro Florencio Randazzo lo rescataba del naufragio gesellino para nombrarlo subsecretario en Interior y Transporte, Perfil desnudaba la operación inmobiliaria registrada en papeles norteamericanos, con vínculos que salpicaban a consultoras de bienes raíces, hoteleros porteños y hasta viejas caras del “campingate” de Necochea.

La paradoja era brutal: un dirigente que se auto percibía austero sumaba otro escándalo, aparecía inscripto como dueño de un condominio en Miami. Y lo más sintomático: ni Erneta ni el ministerio quisieron responder en su momento. La investigación de Perfil no solo expuso el condominio, sino que mostró el descaro con que ciertos funcionarios podían jugar en paralelo en dos tableros: la política local hecha de promesas incumplidas y la vida inmobiliaria de película, con sol de Florida, dólares de por medio y una escena tarantinesca que no genera ningún placer estético. Los vecinos sufrían por inseguridad, aumento de los asentamientos, las obras que no termino y sus escándalos políticos. 

 

El “barrio fantasma” de 346 viviendas inconclusas sigue siendo la cicatriz más dolorosa de la gestión Erneta.

El exintendente intentó transformar la identidad municipal en su propio sello: “Gestión Erneta”.

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