
Javier Azar fue el dominador de principio a fin de la séptima fecha del año en el autódromo entrerriano y acortó en el campeonato.
Se cumplen 25 años del accidente aéreo que se llevó la vida del Loco Di Palma. Un piloto, un artesano, un excéntrico, pero sobre todo, un ídolo.
Automovilismo30/09/2025Fue un hombre polifacético. Un hombre que dejó estampada una huella tan profunda como diáfana. Un hombre que no supo de tapujos. Un hombre que se animó a todo aquello que lo atraía. Un hombre que le puso adrenalina a cada situación que afrontó. Un hombre que no creía en la existencia de la vejez. Un hombre, un hijo, un padre, un abuelo…
Un excéntrico que cosechó mansedumbres y tempestades, amigos y polémicas. Esto, no lo es, pero intenta ser una suerte de radiografía de Rubén Luis Di Palma, uno de los gigantes de nuestro automovilismo, que hace un cuarto de siglo partió de este mundo cuando apenas había vivido 55 años. En realidad, por la intensidad, vivió mucho más, y quizás esa sea una de las razones por las que sigue alojado en el corazón de los fierreros. Y en Tribuna 2 hacemos un espacio para mirar para atrás y revivir su presencia magnética que apareció en cada autódromo o en el taller de su Arrecifes.
Aquel sábado 30 de septiembre de 2000 ha quedado acomodado en uno de los casilleros más dolorosos de la historia, porque se iba uno de los enormes ídolos del automovilismo argentino.
Rubén Luis Di Palma le puso fin a sus días en este plano inmerso en su hábitat. Salió desde un autódromo por el aire, ya que se subió a su helicóptero -la aviación, su otra pasión- para regresar en esa tarde fatídica a Arrecifes desde Santa Rosa, en donde había asistido a su hijo Marcos en la clasificación de una fecha de Top Race. El Chevrolet Vectra del menor de la familia había marcado la pole-position. “El viejo Di Palma trabajó muy bien”, dijo Marcos antes de tomar conocimiento del accidente. En realidad, ese había resultado al última “travesura” del Loco en un auto de competición. Lo cierto es que pintaba lindo para el arrecifeño, pero en definitiva no hubo carrera.
Ese vuelo que había partido de la capital pampeana se truncó en la zona de Carlos Tejedor, luego de que el helicóptero Robinson R-44 que tripulaba el Loco se precipitó a tierra. Según las crónicas de la época, la aeronave cayó en los terrenos del establecimiento 10 de Noviembre, perteneciente a la estancia Lafuente Hermanos, ubicada a unos 30 kilómetros del casco urbano de Carlos Tejedor,
Los sueños comenzaron en Arrecifes, luego poco a poco se fueron convirtiendo en realidad para finalmente marcar la huella, cuyo efecto generó que el tiempo se encargara de de agigantar la figura del Loco Luis.
El camino en el automovilismo entregó innumerables frutos: 633 carreras. 118 victorias y ocho títulos en cinco categorías. Por todo esto está incluido dentro del top ten selecto del escalafón criollo.
Sin embargo, Di Palma no hizo historia sólo por lo hecho arriba de un auto de carreras y sobre una pista, porque además se destacó en el taller a la hora de la preparación de autos de carrera. Es que el Loco Luis perteneció a una raza de pilotos que se arremangaban, sus manos quedaban callosas, marcadas por la grasa y el aceite.
Rubén Luis Di Palma nació el 27 de octubre de 1944 en Arrecifes. Sus primeros pasos con un medio mecánico se dio en el kárting, pero su debut en el Turismo Carretera ocurrió el 31 de mayo de 1963 con un Torino y al año siguiente ganó por primera vez, con Chevrolet, en Arrecifes. Tenía 19 años y siete meses, con lo cual se convertía en el piloto más joven en ganar en la categoría.
En 1966 ganó por primera vez con Dodge, mientras que en 1967, en Junín, ganó por primera vez con la Liebre Torino con cuya marca se quedó con los campeonatos 1970 y 1971 del TC Fórmula A; fue tricampeón consecutivo en Sport Prototipo en 1971, 1972 y 1973, cosechó dos títulos en la Mecánica Argentina F-1 en las temporadas 1974 y 1978. La irrupción del TC 2000 en el firmamento del automovilismo nacional lo tuvo como uno de sus protagonistas estelares, a tal punto que en 1983 se coronó campeón con un Dodge 1500, auspiciado por 43/70).
En los 90 acudió a dar una mano en una especialidad que surgía a pasos agigantados en épocas en que el TC luchaba por no perder la ruta. Allí fue el Loco con su familia -de hecho Marcos debutó en esa categoría a nivel nacional- y en 1993 logró el campeonato del Supercart con un Torino. También formó parte de las grillas de otras categorías como el CAP, Fórmula Dos Nacional y Codasur.
Más allá de las fronteras
En el plano internacional, Rubén Luis Di Palma también dejó una página de oro armada. En 1969, integró el equipo argentino que participó de las 84 Horas de Nürburgring, con los Torino de IKA Renault, cuya misión tuvo a Juan Manuel Fangio como director y a Oreste Berta como jefe técnico.
El Loco se codeó con ilustres de los fierros de estas tierras, como Eduardo Copello, Jorge Cupeiro, Oscar Cacho Fangio, Carmelo Galbato, El Nene Néstor García Veiga, Gastón Perkins, Oscar Mauricio Franco, Eduardo Rodríguez Canedo y Alberto Rodríguez Larreta (Larry). El arrecifeño guió el Toro 1, junto con Galbato y Fangio.
Además, en 1973, el Loco inscribió su nombre en las míticas 24 Horas de Le Mans, Lo hizo junto al Nene Néstor Jesús García con una Ferrari 365 GTB/4 Daytona.
La última función
Cuatro meses antes de su partida, Rubén Luis Di Palma le dio forma a lo que iba a ser su última final. Ocurrió el el 28 de mayo de 2000 en el autódromo de Buenos Aires con un Ford Falcon y ese mismo año fue galardonado con el Premio Konex – Diploma al Mérito, a uno de los cinco más importantes pilotos de la década en nuestro automovilismo.
En 1996 ganó con Chevrolet en Rafaela con y tras ello la recta principal fue bautizada con su rutilante nombre. Pero el 13 de septiembre de 1998 se había dado su último triunfo, con Falcon, con lo cual se transformó en el único piloto hasta ese momento en ganar al menos una carrera con las cuatro marcas teceístas (Ford, Chevrolet, Torino y Dodge). Pero además clavó otra marca: el ganador con mayor edad en el TC, ya que contaba con 53 años y 238 días.
El Loco se robó ese fin de semana el centro de escena, que a priori no estaba reservado para él. Es que la mira estaba puesta en la lucha por el título entre el Chivo de Guillermo Ortelli y el Ford de Juan María Traverso.
Lo cierto que aquel Falcon rojo, casi desnudo de patrocinios, se llevó todo el protagonismo. Luis lo había preparado con un grupo de amigos en Arrecifes, con los motores del Johnny De Benedictis.
A la hora de su muerte, tenía en sus planes volver al TC. Lo había pensado con un Torino, la marca que lo vio debut allá por 1963, el que estaba en plena etapa de preparación. El no pudo hacerlo, pero uno de sus hijos, Patricio, tomó la posta con el triunfo en el Oscar y Juan Gálvez de CABA, en mayo de 2003.
Un poco de cada uno
Apodado el Loco, Rubén Luis Di Palma fue uno de esos pilotos que trascendieron sin demasiada búsqueda por ese objetivo. Fue un poco de todo, y dicen que el DNI se arma desde las actitudes en la vida, de esas que dejan marca.
¿Quién era el Rubén Luis Di Palma? Un Loco, pero honesto, aunque la aclaración asoma como de sobra.
La aviación fue uno de sus amores y se fue con ese amor. Un poco de locura y con mucho de cuerdo, el ídolo enhebró anécdotas. En varias ocasiones pasó con su avioneta debajo de un puente de la ciudad de Arrecifes, su rincón en el mundo. ”Soy loco, pero no como vidrios”, aclaraba.
Pero también lo hizo por un acto solidario. El 7 de abril de 1995, la ciudad de Pergamino sufrió el flagelo de las inundaciones, una de las peores de su historia. Hacía falta un helicóptero y Di Palma se subió al suyo y voló para dar un mano en la ciudad, en donde rescató a unas 70 personas que habían quedado aisladas en un puente.
Si de locuras se trata, la historia del karting asoma extravagante. Salia a probar la pequeña unidad por la ruta que atraviesa la ciudad de Arrecifes, a pesar del intenso tránsito de camiones. “Cuando iba a pasar a un camión en la ruta se me apareció otro de frente. Por eso, aminoré la velocidad y me metí debajo del acoplado; cuando pasó el camión que venía de frente, salí y lo pasé”, relataba en aquellos años con una absoluta naturalidad.
El perfil solidario y de locuras se mezclaba con el que contenía al artesano, al hombre que aplicaba la inteligencia para adecuarse a los nuevos tiempos. Así fue que en el Supercart fue el primero en poner en pista un auto de competición propulsado con GNC. Fue en diciembre de 1990 con un Torino.
¿Quién fue ese hombre? Un poco de cada uno. Las locuras, la solidaridad, la autenticidad, la inteligencia, la artesanía, la habilidad arriba de un auto de carreras. Un poco de todo.
“Para mí la vejez no existe, me voy a morir mucho antes de volverme viejo…”, dijo no mucho tiempo antes de aquel último vuelo. Quizás se haya tratado de un presagio. Y si fue así, eligió irse con lo suyo y en lo suyo.
Crédito www.t2.ar
Javier Azar fue el dominador de principio a fin de la séptima fecha del año en el autódromo entrerriano y acortó en el campeonato.
El entrerriano Werner logró la victoria en el autódromo de Paraná y se metió al frente de la Copa Coronación.
El porteño Juan Urbieta se impuso con el Dodge en el trazado entrerriano y escribió una página dorada en la historia de la categoría.
Alejandro Martínez venció con el Dodge en el inicio de la Copa Coronación y quedó en la tercera posición.
Stefano Polini alcanzó la victoria en la segunda carrera en el autódromo de La Plata y quedó tercero en la Copa de Oro.
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