Autódromo Maggiolo: el trazado que hizo historia

El Autódromo de Maggiolo fue orgullo del sur santafesino. Hoy quedan vestigios de un tiempo pasado de un automovilismo próspero.

Automovilismo14/11/2025
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En el corazón agrícola del sur santafesino, donde la ruta 8 corta el horizonte y el viento lleva olor a campo, hubo un tiempo en que los motores hacían vibrar la tierra.

 

Allí, en Maggiolo, un pequeño pueblo de apenas dos mil habitantes, se levantó uno de los autódromos más modernos y ambiciosos del país. Hoy, de aquel trazado mítico apenas sobreviven algunas toneladas de piedras grises y arenosas, mezcladas con tierra, asfalto, rodeadas de soja y silencio.

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El imponente Autódromo de Maggiolo nació de un juramento bajo la lluvia. En 1967, una carrera suspendida por el barro despertó el orgullo de un grupo de hacendados y visionarios locales que decidieron que eso no volvería a pasar. Así, mientras las calles del pueblo seguían siendo de tierra, ellos financiaron una pista asfaltada con estándares de primer nivel, una rareza para la época. El ingeniero Báscolo, el mismo que construyó el legendario óvalo de Rafaela, fue el encargado de dar forma al sueño.

 

El 31 de agosto de 1969, el rugido de los Sport Prototipos inauguró oficialmente el circuito de 3.178 metros, con boxes modernos, tribunas, un túnel subterráneo y una pista que combinaba velocidad y técnica. Por su asfalto pasaron grandes íconos del automovilismo Argentino como Eduardo Copello, el primero en ganar una carrera en el circuito con el Numa IIB Tornado.

 

 

También Di Palma, Cupeiro y Reutemann, referentes que sentían y vivían al máximo este deporte. Incluso el legendario Berta LR encontró allí su escenario de pruebas, con Luis Di Palma y Néstor García Veiga al mando.

 

Pero la gloria fue efímera. A mediados de los setenta, el brillo empezó a apagarse. La falta de mantenimiento, el surgimiento de nuevos autódromos y los vaivenes económicos dejaron al circuito cada vez más vacío. En los noventa, un puñado de inversores prometió su renacimiento, pero los proyectos se diluyeron entre promesas incumplidas y el avance del negocio agropecuario.

 

La última competencia, una carrera de camiones en 1995, marcó el punto final definitivo. El asfalto se rompió, las estructuras se deterioraron y el tiempo hizo el resto. Años después, las tierras cambiaron de dueño y una topadora se encargó de borrar lo que quedaba: la pista, los boxes, los baños, las paredes. En su lugar, florecieron las plantas de soja.

 

Maggiolo perdió su rugido, pero no su alma. Los vecinos más viejos, los pilotos, los equipos y los fanáticos que alguna vez sintieron su vibrar, todavía evocan el eco de los motores que hacían temblar las ventanas, los eucaliptos plantados por los chicos de la escuela y el orgullo de haber tenido, aunque fuera por un tiempo, un autódromo emblemático que puso al pueblo en el mapa grande del automovilismo argentino.

 

Hoy, en medio del sembrado, resisten apenas unos restos: silenciosos guardianes de un sueño que desafió la lógica de un pueblo chico y que la fiebre de la soja quiso borrar. Pero Maggiolo sigue vivo en la memoria. Mientras haya alguien que lo recuerde, su historia no se apagará, seguirá corriendo y será parte viva del automovilismo argentino.

 

Crédito www.t2.ar

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