Asume Donald Trump: ¿Y entonces?

“Catástrofe humana”, dicen unos. “Viva la libertad, carajo”, exclaman otros. No se puede entender cómo todavía en nuestro país se forman “Boca-River”, mirando un partido de hockey.

Política 20/01/2025
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Aclaración: si es sensible al realismo político, no continúe leyendo. 

Por Lic. Luciano Ronzoni Guzmán*

“Catástrofe humana”, dicen unos. “Viva la libertad, carajo”, exclaman otros. No se puede entender cómo todavía en nuestro país se forman “Boca-River”, mirando un partido de hockey. 

Así de ignorante es nuestra dirigencia, incapacitada para entender cosas elementales de la política: lo único permanente son los intereses. Los amigos y los enemigos son siempre circunstanciales. 

 

No deja de ser significativa la crisis que existe en el seno del capitalismo global y que refleja el regreso del magnate inmobiliario, siendo la política y la  economía los aspectos que van organizando programas culturales e ideológicos como el globalismo, la cultura woke, el libertarismo de derecha, la socialdemocracia, entre muchos otros, mientras Trump es un liberal clásico, conservador y aislacionista. Esto último es fundamental: deviene de la Doctrina Monroe de la primera mitad del siglo XIX, que declara básicamente que es política estadounidense no entrometerse en los asuntos de otras potencias  mientras no se entrometan en los intereses de su área vital (el resto del continente americano). 

 

Trump ya bosquejó algo con su idea de anexar Canadá y Groenlandia, dos regiones despobladas, sin capacidad de defensa y repletas de recursos considerados estratégicos por EEUU. La neutralidad no es un asado donde puedan comer todos; algunos pinchan el tenedor y otros serán la comida. Los imperios se comportan como tales. Es como pedirle a un gato que no se coma una laucha; no funciona así.

 

Trump busca revivir la época gloriosa de EEUU en esta ola de “porsiemprismo”, como plantea Grafton Tanner, pero donde el rubio no quiere un sucedáneo: cree en el poder real de la nostalgia para construir el futuro.

 

No está desorientado. Parecería ser exactamente eso lo que votaron los estadounidenses, la tranquilidad de la vida familiar, la casa con cerca blanca y el pasto recién cortado, el garage abierto con el padre haciendo arreglos, los niños volviendo a sus hogares en el bus. Vale decir, una vida mucho más estable y tranquila.

 

Este plan que encarnaba el "sueño americano" fue despreciada por la cultura globalista. Una constelación de representaciones que ama el movimiento y el vértigo, desintegra vínculos, comunidades, mete toda diferencia y tradiciones en una batidora y las convierte en un producto para el mercado metropolitano del buen (mal) gusto.

 

Es así como sale un gaucho, en taco aguja, cabello punk y boleadoras de luces para no herir ningún animal, disfrazando de buenas intenciones la abolición de lo distinto e igualando a todos en cuanto mercancías, con una alienante opresión por la productividad, el consumo y la autoexplotación sin límite en aras de una libertad de elección que no es tal. 

 

Pero, es en el terreno geopolítico donde la cosa se pone más interesante. Algunos consideran que la asunción de Trump representa una claudicación de los EEUU, pero nada más alejado de la realidad: en cierta forma reconoce de hecho la multipolaridad y el fin de la hegemonía global norteamericana, sin renunciar al crecimiento económico, las disputas comerciales, la defensa militar y de su cultura. Pensemos mejor.

 

¿Era una hegemonía estadounidense la que se fue construyendo desde la caída de la URSS? ¿O se trataba en realidad de la ideología de un sector plutócrata posnacional, posterritorial y desarraigado que necesita borrar todo límite para que fluyan mercancías, humanos e ideas que glorifiquen lo igual en cuanto a valor de cambio, siendo el proyecto de una minoría privilegiada cuyo único hogar son las finanzas?

 

Al parecer, los estadounidenses también  se quedaron afuera de los beneficios de las franquicias de Starbucks y su caramel macchiato sin TACC para celíacos, pero atiborrado de aceite hidrogenado para que sea atractivo al paladar. 

 

Esta nueva versión estadounidense no dejará de ser cruda: ya no habrá dinero de trabajadores americanos para proteger el clima, especies amenazadas, minorías, gobiernos inútiles, inundaciones en lugares lejanos o conglomerados de países que parasitan las finanzas estadounidenses. Europa será la principal perjudicada, ya que para mantener la ficción de la amenaza rusa ya no contará con mayor financiamiento del Tío Sam. Deberá pagar un oneroso royalty para tercerizar la seguridad.

 

Por supuesto, sin el combustible barato que provee Rusia la Eurozona deberá importarlo de un trust energético que encabezará EEUU, siendo además el principal mercado donde el gigante norteamericano podrá colocar sus productos, fortaleciendo su industria. Esto desestabilizará los gobiernos de la Unión Europea, cuya rémora de Estado Social, financiada por plomeros de Ohio, se terminará.

 

De hecho también su gran cantidad de lobbies de políticas sociales que no benefician a ningún trabajador. Allí la violencia social se multiplicará: los cheques por casi cualquier beneficio promovido por intereses disfrazados de socialdemocracia dejarán de fluir.  Europa deberá competir en peores condiciones que antes.  

 

China será el nuevo enemigo estratégico, la disputa será principalmente comercial y tecnológica, y sin duda acercar las posiciones con Rusia será prioritario, ya que esta es dueña de los misiles que protegen al gigante asiático. Pero como dijimos, nada es para siempre. A futuro, el Dragón también es una amenaza para el Oso. Comparten una enorme frontera, donde de un lado hay apenas el 10% de población con respecto al otro. Para colmo, uno es un territorio vasto en recursos y el otro una aspiradora industrial. Lo mucho también es un peligro.

 

En este contexto, finalizará la guerra en Europa Oriental, con Rusia tomando los territorios que reclama en Ucrania y dividiendo a este Estado (o ex Estado) en zonas de neutralidad. Zelenski será retirado del poder y llevado a dar conferencias pagas por el mundo (si es que no termina preso por sus propios militares). 

 

Será un excelente momento para las potencias en ascenso como India, Brasil, Irán, Israel, Pakistán o Sudáfrica, que ahora tendrán un mayor protagonismo y autonomía para colocar sus productos, fortalecer sus economías y acrecentar las ventajas tecnológicas. Un lugar que Argentina perdió por jugar al hippismo ideológico (de izquierda y de derecha). 

 

Definitivamente, la asunción de Trump cambiará el mundo como lo conocemos. Con alegrías y penas diferentes a las actuales. Con ganadores y perdedores. Aunque también reducirá las tensiones internacionales y el uso de la herramienta bélica para imponer una sola visión del mundo. 

 

*Sociólogo, analista geopolítico y especialista en inteligencia militar

 

 

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Asume Donald Trump: ¿Y entonces?

Política 20/01/2025

“Catástrofe humana”, dicen unos. “Viva la libertad, carajo”, exclaman otros. No se puede entender cómo todavía en nuestro país se forman “Boca-River”, mirando un partido de hockey.