Saborido y la receta del humor para entrar la longaniza: "Es un analgésico"

Desenfadado, Saborido, el compañero inseparable de Capusoto, está de paso por Pinamar. Explicó de que se trata su profesión. Mañana ofrecerá una charla sobre la locura en la Biblioteca Popular Mariano Belgrano, con entrada libre y gratuita. Imperdible.

Cultura 13/02/2025
longaniza

Por Arnaldo Paganetti (Humanidad)

El humor no es siempre sano. Puede ser psicópata y hacer daño, como cuando el hermano mayor se divierte con el menor». Esa fue una de las tantas reflexiones que el guionista y comediante Pedro Saborido, coequiper con Diego Capusotto, el personaje de Micky Vainilla, desplegó en el teatro principal de Pinamar en lo que debía ser la presentacion de un nuevo libro que, finalmente, no fue tal.

Ante un público que lo admira desde su éxito inicial en radio Mitre, el escritor de temas como el peronismo, el conurbano y el «oscuro» capitalismo, decidió no incursionar en su nueva obra sobre cuentos de amor porqué «no llegó el camión con los libros». Confesó como llegó a alcanzar notoriedad en la profesión con «espíritu solidario» desde agosto de 1972, año de «La masacre de Trelew», según se encargó de remarcar.

Agradecido con el conductor Nino Ramella y el productor de editorial Planeta, Marcelo Franganillo, reconoció que le fue «como el orto» cuando incursionó como director de cine. Recordó que Julio Cortázar, escribiendo sobre Bánfield, lo fascinó e inspiró. Ya de niño-adolescente se presentaba como «sumiso» cuando en realidad no lo era.

«Me hacía el chistoso frente a mis compañeros y me rebelaba haciéndome el boludo». Reveló que entró al humor «sin querer» como forma de hacer amigos. Ahí trajo a colación un dicho de la actriz y cantante Charo López: «donde entra la risa, entra la longaniza».

Pidió ser saludado de manera estentórea, no como si hubiese llegado Nelson Castro (lo consiguió) y fue particularmentre duro con Nik, el creador de Gaturro: «Comete una doble falta; roba chistes y lo hace copiando Quino (el genial autor de Mafalda)».

Dijo que con Capusotto sopesan el lugar donde actúan. «No es lo mismo Mar del Plata, Pinamar o Florencio Varela», comentó, tras lo cual reveló algunas características de otro capocómico, Tato Bores (1927-1996), del que también fue guionista.

Dueño de una personalidad expansiva, empezó a hablar de fútbol, un deporte del que «se desvinculó emocionalmente» a los 14 años (hoy tiene 60). Fue «meritorio» en la película Los chicos de la guerra, microfonista auxiliar de Esperando la carroza, filmada «en una casa chorizo», donde por consejo de uno de sus mentores, empezó a perder la timidez, actuar con audacia y tener una actitud avasallante.

Haciéndose «el pelotudo», Saborido (con anteojos y gorra), dijo que el país en la actualidad «está pasando por un pragmatismo extremo».

Ante la pregunta de si el humor es un bálsamo en las actuales circunstancias, contestó: «No lo es. Nos agradecen mucho, le dan importancia y los elogios se valoran, pero es apenas un analgésico. Con el humor no se puede todo: si estás con una infección en la vesícula y miras a (Antonio) Gasalla, no te vas aliviar».

Desarrolló una teoría sobre códigos culturales (hizo referencias al norte argentino, a Londres y los países nórdicos – muy escatológicos, hizo notar -, y a distintos tipo de humor, como el judío y el argentino. entre los distinguió el de los porteños y los cordobeses.

Sobre el amor, el tema original del que debía hablar y no lo hizo porque – desilusionado -, no llegáron los libros, dijo que es un «tema maravilloso e imperfecto» que estuvo presente en sus trabajos anteriores. «Se hacen un montón de sacrificios en nombre del amor y siempre estamos dispuestos a creer», señaló.

El caudal de anécdotas fue inagotable. Expresó que en el mundo del espectáculo, antes que ocurran los acontecimientos se alimentan «las expectativas» (para atrapar audiencias) y confesó que con Capusotto fueron «legitimados» cuando actuaron como «soporte» en un recital de Soda Stereo en 2007, por invitación de Gustavo Cerati.

Evitó profundizar acerca de comentarios del presidente Javier Milei sobre el personaje de Micky Vainilla. «Prefiero no hablar del asunto, pero estas situaciones estuvieron siempre antes. Lo ves o no lo ves. En 2009 una señora, que fue a vernos con un hijo de 16 años, me hizo saber, que el chico estaba obsesionado con Micky Vainilla. ´Nosotros, le contesté, hacemos el programa hace dos años, y usted tiene un nazi en su casa desde hace 16 y no se dió cuenta», comentó encendiendo al auditorio.

«Todo lo que sucede se viene dando siempre, con más o menos intensidad. No hay que confundir lo mayoritario con lo inmenso. Hay hijos de putas y uno se aturde. Hay 40 autos y 5 tocan bocinas. Puede parecer que son todos, pero no es así», ejemplificó. Lo aplaudieron.

Sobre las creaciones, dijo que «el proceso es el objetivo no el método: con Diego vamos encontrando el punto cuando la gente estalla de risa».

«Hacer humor no tiene límites, tiene consecuencias», advirtió recordando el episodio terrorista en la revista parisina Charlie Ebdo, en 2015, «Allí fueron las metralletas», apuntó.

«Decir algo gracioso requiere de acuerdos tácitos…hay lugares y consecuencias…tiene que ver con la relaciones de fuerzas», sorprendió.

Luego de manifestar que «hay chistes muy pesados», que solo pueden entre sí los judíos o personas con alguna discapacidad. «Dos paralíticos se encuentran y bromean entre sí: ¿vos como andás´? lanzó. «Hay que saber manejarse y en algún momento parar para no convertirse en una persona molesta», cerró el concepto

«Cada risa tiene su ámbito. ¿Podemos estar en tanga en cualquier lado? No. ¿En la playa? Por supuesto que sí. En un banco, no porque no. Se trata de una relación de fuerza, de tiempos y circunstancias», abundó.

«El humor no cura, acompaña», le contestó a una mujer que quiso saber por qué se hacen chistes en los velorios. «El humor no es bueno ni malo. Disipa angustias. Pero no todo puede tomarse en joda. Hay momentos», concluyó.

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